Doscientos años de historia económica y
política argentina dejan al descubierto la búsqueda de la inserción en el
mercado mundial como país globalizado.
De esto se trata la aplicación del concepto
de densidad nacional entendiéndolo
como la capacidad de los países para consolidar su modelo de acumulación para
luego poder salir al mercado, sin que eso signifique la subordinación a los
intereses de los países centrales.
No es fácil resumir la historia que nos antecede,
pero si pueden reconocerse en ellas
dicotomías históricas que obstruyeron la cohesión
social necesaria para la inclusión de toda la población en los frutos del
crecimiento.
Esta es la creación de un “nosotros” y un
“ellos”, comenzando desde la diferenciación entre civilización y barbarie en
los inicios de la nación, seguido por la diferenciación social entre argentinos
e inmigrantes y siguiendo así por la existencia de elites y clases
terratenientes.
Estas divisiones sociales y económicas desde
la aparición de actores socioeconómicos como la sociedad rural argentina son
las que llegaron a armar estructuralmente una economía en el país donde es más
probable que prevalezcan los intereses egoístas por sobre las demandas que
garantizan el bienestar de la población en su conjunto.
Estas divisiones, que como dijimos antes no
son solo sociales, empiezan a manifestarse a raíz de las diferencias
ecónomicas, y no es casualidad que a lo largo de dos siglos se manifiesten
claramente dos modelos económicos opuestos entre sí.
El primero es el modelo agroexportador caracterizado por el liberalismo, la mínima
presencia del estado, la existencia de una clase terrateniente, la importación
de bienes industriales, la dependencia de Gran Bretaña y luego de Estados
Unidos, el endeudamiento externo, la especulación financiera y principalmente
la exportación de granos y ganado.
Este se vio reflejado en periodos largos y de
mayor duración, en la existencia de gobiernos conservadores y con
circunstancias mundiales diferentes, estos son: de la revolución de mayo en
1810 hasta la depresión de 1930 y de la dictadura militar de 1976 hasta la
recomposición de la crisis del 2001 en el 2003.
El segundo es el modelo industrial basado en la industrialización como política de
estado, el crecimiento y la inclusión social, la autonomía económica, las
empresas estatales, la presencia de un estado interventor, las políticas
económicas desde el banco central, tecnificación, diversificación e integración
y nacionalización de los servicios.
Los periodos en donde se ven claramente estas
características son: desde la depresión de 1930 hasta la dictadura de 1976,
sobre todo en los gobiernos peronistas donde se hace hincapié en la justicia
social y de la recomposición del 2003 hasta la actualidad en la reactivación de
la economía argentina.
Que hayamos oscilado entre estos dos modelos
y cambiado bruscamente uno por el otro en varias oportunidades hizo poco
confiable y equilibrada la estabilidad
institucional necesaria para
consolidar el modelo de acumulación adecuado, lo que llevó por lo tanto que
nunca se logre la independización económica.
Es por esto que no conseguir liberarse de la
dependencia como país periférico hizo que nunca se vea presente el liderazgo nacional a nivel mundial; a
pesar de que alguna vez se nos haya llamado “granero del mundo”. Este concepto
histórico que muestra la prosperidad del modelo agroexportador no es del todo
cierto ya que en tiempos de primera guerra mundial no fuimos los mayores
proveedores de materia prima, si no los terceros antecedidos por países
centrales. Por ende, este papel en la división internacional del trabajo ,
marcó nuestra economía pero nunca nos permitió consolidarnos ni internamente,
ni exteriormente.
Pero la búsqueda de un rol en el panorama
mundial no puede ser concretada si antes no se unifica la visión nacional y esto, acompañado de todo lo antes mencionado,
hace que los intereses no estén claramente identificados.
A través de la falta de cohesión social
anteriormente explicada y las grandes oposiciones entre actores
económico-sociales presentes a lo largo de toda nuestra historia, inclusive en
el antagonismo de modelos económicos, puede entreverse la falla en la intención
de la nación en su conjunto para crear una visión progresiva e inclusiva que permita
la redistribución de los ingresos que logre que toda la población en su
conjunto se consolide bajo el bienestar.
Tomando nuestra historia más contemporánea y
buscado conclusiones sobre la presencia de densidad nacional a lo largo de toda
la anterior puedo marcar como punto culmine de la crisis del modelo
agroexportador y la dependencia nacional el conflicto vivido en el 2001 como
producto de la convertibilidad ecónomica en la política de estado de la década
de los ’90.
La falta de confianza de la población en el
mercado, pero por sobre todo en la política llevó a la búsqueda de una nueva
solución para ir en busca, nuevamente, de la densidad nacional.
Es así que a partir del 2003, donde comienzan
a abandonarse los dictados internacionales, especialmente del Fondo Monetario
internacional y se fomenta el crecimiento de producción industrial, interno y
del empleo, se vislumbra un nuevo intento de consolidar un modelo industrial
que logre los objetivos de la independización económica.
La fuerte aparición del estado en la
distribución del ingreso y los derechos básicos como salud, vivienda,
educación, trabajo y seguridad social motivó que las relaciones internacionales
pasaran de ser de sometimiento con los países centrales a pares con los países
sudamericanos con los que se comparte una economía en común.
Más
allá de todo lo descripto, creo finalmente, que si bien estamos encaminados
hacia la consolidación del modelo, no logran cumplirse todos los componentes
necesarios para construir una verdadera densidad nacional.
Es
fundamental incluir, además de a las industrias, a la sociedad rural argentina
y a los medios hegemónicos de comunicación en una misma visión nacional, que
defienda los intereses generales por sobre los particulares. Esto no quiere
decir que todos compartan una misma ideología política-economica, pero si
comprende una búsqueda en conjunto de mantener la estabilidad institucional y
la cohesión social en la que no se cree un “nosotros” y un “ellos”, para poder
conseguir y consolidar un modelo económico proteccionista que nos permita
fortalecer nuestro liderazgo nacional para poder ser autónomos en el mercado
mundial al que pertenecemos.