viernes, 26 de agosto de 2011

De la igualdad formal a la igualdad real


Sin dudas Latinoamérica en su conjunto transita estos últimos diez años un crecimiento económico en busca de una mayor independencia.
Sin embargo hay muchas cosas por analizar a la hora de mirar la realidad económica que transitamos especialmente, como país.
Después de años en que no conocimos la democracia el país tardó, y aún le falta, en reconocer la necesidad de crear una democracia menos vulnerable, porque ella es la que viene de la mano con la igualdad.
Acostumbrados a una igualdad meramente formal, entendiéndola como el derecho a un voto, llevamos a explotar y desencadenar una crisis económica que trae consigo un nuevo replanteamiento para crear un proyecto de gobierno que incluya a los que ni siquiera se les reconoce la igualdad formal.
Pero para primero lograr una economía eficiente hay que tener  en cuenta que no sirve concebir la democracia como una formalidad, si no como un fortalecimiento de las instituciones, la participación política, el debate, la búsqueda de nuevas soluciones y por sobre todas las cosas el derecho a una igualdad de derechos en todos sus sentidos.
Llegar a la igualdad real, a la de oportunidades, al amparo de los derechos básicos es la meta que se busca en la recomposición de la economía del país, y no para no pertenecer al mercado mundial, si no para no depender meramente de él, ni de las bicicletas financieras. Promover la producción interna es la base del desarrollo tecnológico y la creación de empleo a largo plazo, en un crecimiento progresivo, y cuando el empleo empieza a recomponerse todo entra en marcha para lograr aunque sea en un punto de partida la igualdad de oportunidades. Esta debe incluir una fuerte inversión pública en educación, la base de todo cambio social a futuro, salud, vivienda, servicios básicos, ambiente y como nombre anteriormente estabilidad en el empleo.
Hacer hincapié en la educación me parece sumamente importante, porque es de ahí donde pueden combatirse las desigualdades desde cero, donde puede comenzar a incluirse y por sobre todo desde donde puede combatirse el foco de disparidad social.
Para lograr esto coincido con lo leído, creo que es necesaria la presencia de un Estado interventor que redistribuya las riquezas y participe de la economía como regulador y como protagonista, como responsable de asegurar el bienestar social, con el fin de que nadie se vea excluido de ser contemplado por él.
Sin embargo, la presencia activa del Estado no debe traducirse como la eliminación de las oposiciones políticas, ni la eliminación de los actores socioeconómicos que participan de la economía de un país. Esto significa generar espacios de expresión e intercambio de ideas, lograr armonía y tratar de darle participación a los sectores que generan productividad.
Pero para aún seguir profundizando la democracia y la igualdad es necesaria que tanto actores económicos, como gobierno y como civiles se practique la transparencia y la intención de redistribuir los recursos.
Así con una aparición de un Estado de Bienestar que no niegue el mercado, si no que lo utilice a su favor para la inclusión de los sectores más vulnerables y la ampliación de oportunidades puede empezar a hablarse de un verdadero camino hacia la eliminación de la brecha de desigualdad.
Lograr todo lo mencionado es realmente mucho más complicado que escribirlo y merece por tanto un análisis mucho más profundo para encontrar verdaderamente soluciones para seguir ampliando el espacio político donde puedan desarrollarse vínculos democráticos orientados a la búsqueda de derechos para todos, es decir, para poder llegar verdaderamente a la igualdad real es importante primero profundizar la democracia.